martes, 15 de marzo de 2011

ENSAYO: EDUCACIÓN CON RESPUESTAS

HACIA UNA EDUCACIÓN CON RESPUESTAS
TERESA TEJEDA CAMACHO
Maestría en Desarrollo Cognitivo
            Vivimos una época caracterizada por grandes cambios, giros e imprevistos causados por la modernidad y la implementación de tecnologías a las diferentes actividades humanas, incluida la educación. Sin embargo, puede observarse que en esta última, los cambios no son progresivos ni guardan un apropiado paralelismo. Se vuelve necesario que los educadores identifiquemos los verdaderos retos que nos presenta la educación para poder involucrarnos en este importante proceso humano y humanizante. Este trabajo pretende abordar desde una perspectiva psicopedagógica qué es lo realmente importante de la educación y cómo podemos los docentes tomar parte activa del proceso educativo. Asumiendo  que la forma de abordar el proceso educativo ya no tiene respuesta   en una buena instrucción sino que se debe pensar en la educación como un proceso estratégico.
            Es claro que la educación actual ya no se consuela únicamente con una buena clase, por muchos conocimientos que se manejen en ella o por mucho ingenio que el docente quiera o pueda poner para seguir enseñando lo mismo. Es necesario considerar que los conocimientos parecen tener fecha de caducidad. Lo que hace algunos años era verdad absoluta ahora es cuestionable o puede explicarse desde otra perspectiva; lo que hace algunos años era conocimiento útil ahora ha sido desplazado o reemplazado. La carrera tecnológica es insostenible a nuestro paso haciendo que las necesidades en el mundo moderno cambien más rápido de lo  imaginable. La educación requiere entonces de  elementos indispensables para hacer frente al presente pero sobre todo para hacer frente al futuro, en otras palabras, la educación requiere transformarse y son las necesidades actuales y futuras las que deben servir como agentes de cambio para esta transformación.
            La transformación de la educación debe incluir los elementos mínimos necesarios para embestir los nuevos retos; si los conocimientos son temporales no significa que no deban aprenderse sino que estos no deben ser el fin por si mismo sino más bien el mero pretexto para desarrollar el pensamiento. Es decir,  la educación se debe promover a través de un modelo estratégico y contribuir con los estudiantes para que estos adquieran habilidades por encima de conocimientos. El acto educativo debe darle mayor peso al procesamiento de la información y no solamente a su almacenamiento. Como dice García Hoz “sin memoria no hay posibilidad de vida humana, pero la memoria sólo no es equivalente al pensamiento” (Pérez-Rosas, p.7). Es la modificación de los objetivos y la búsqueda de estrategias más apropiadas para alcanzarlos,  la tarea mayor de los educadores. 
            El desarrollo del pensamiento debe ocupar un lugar primordial en la educación de nuestro tiempo. Esto implica conocer la naturaleza  del pensamiento y lo que debe entenderse como el acto de pensar. Debemos darle impulso desde la atención a las habilidades básicas que han sido ignoradas o menospreciadas  por considerarlas ajenas a los propósitos educativos, como la memorización o la lectura; rescatando de ellas los buenos atributos. Es necesario enseñar las mejores formas para procesar información y sacar el mayor  provecho de esta cualquiera que sea el medio de llegada al cerebro transformándola en aprendizaje y estimulando procesos mentales cada vez más reflexivos y complejos. Es el momento de hacernos conscientes que uno de los objetivos educativos más importantes de la educación es enseñar a pensar (Pérez-Rosas, p.13).
            Uno de los principios psicopedagógicos contenidos en las reformas educativas y que además constituye la mayor demanda de la educación es “Aprender a aprender”. No es tarea sencilla ni para el que aprende ni para el que enseña, sin embargo exige una participación directa y activa de ambos en la tarea. La cantidad tan enorme de información que se genera cada día sólo puede atenderse y entenderse desde la base de los procesos o habilidades mentales. Pero éstas requieren así mismo de estrategias que faciliten al estudiante su desarrollo y aplicación. No es tiempo perdido si se invierte en diseñar estas estrategias y enseñarlas a los estudiantes, porque una realidad innegable es que como seres humanos siempre tendremos necesidad de aprender.
            Resumiendo, la educación tiene que responder  a nuevos intereses, distintos en mucho a los que se venía respondiendo hace algunos años. Han sido las constantes modificaciones y la rapidez con las que estas  suceden que obligan a pensar que ya no podemos hacer las cosas como las estábamos haciendo, aún con la mejor intención. Se requiere mucho más. Tomar conciencia de lo que realmente es importante en la educación será el pilar que sostenga nuestro actuar y sin duda alguna, dos tareas preponderantes las constituyen el Enseñar a pensar y el Aprender a aprender. Ninguna de las  dos responde a fórmulas milagrosas; ambas requieren de la participación activa de los involucrados. El que tiene la responsabilidad de educar debe centrar su atención en los procesos mentales que participan en el aprendizaje, aprenderlos y entenderlos para que sea capaz de diseñar estrategias que permitan a los que aprenden apoyarse en ellas para optimizar los recursos y aprovecharlos más. El que tiene la responsabilidad de aprender, debe asumir una actitud positiva y participar de manera activa y deliberada en su propio aprendizaje. No basta para el estudiante estar dispuesto a recibir información o instrucción; debe identificar sus propias capacidades y limitaciones, reconociendo en estas los aspectos que las potencializan o las reducen. En ambos casos se trata ni más de menos que de pensamiento.
REFERENCIAS
Pérez- Rosas, Augusto. Instituto de Desarrollo Intelectual. Lectura enviada por Dr. Rubén Pérez (UMAD). Marzo, 2011. pp. 1-16.
Morín, Edgar. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Ed. Dower. 2001

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