EL MIEDO A LA LIBERTAD: ERICH FROMM
Resumen elaborado por: Teresa Tejeda Camacho
Contenido:
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El
carácter y el proceso social
En
su obra, El miedo a la libertad, Fromm hace referencia a la interrelación que
existe entre los factores socio-económicos, psicológicos e ideológicos, sobre
los cuales se sustenta la estructura del carácter de los miembros de una
sociedad; sin embargo, cabe señalar que lo importante en ese análisis que el
autor presenta, no son las peculiaridades que contribuyen a las diferencias interpersonales
de los miembros de un mismo grupo, sino aquella parte del carácter que es común
a la mayoría de ellos, denominando a esta parte carácter social. El carácter
social comprende tan solo una selección de tales rasgos, como el núcleo
esencial de la estructura del carácter de la mayoría de los miembros de un
grupo, núcleo que se ha desarrollado como resultado de las experiencias básicas
y los modos de vida comunes del grupo mismo. Cuando el propósito es entender el modo según el cual
la energía humana es encauzada y opera como fuerza propulsiva dentro de un
orden social determinado, la psicología debe dirigir la atención al carácter
social. Este carácter constituye una noción fundamental para la comprensión del
proceso social.
En
el sentido dinámico de la psicología analítica se denomina carácter a la forma
específica impresa en la energía humana por la adaptación dinámica de las
necesidades de los hombres a los modos de existencia peculiares de una sociedad
determinada, éste determina el pensamiento, la acción y la vida emocional de
los individuos.
Es
importante señalar que el pensamiento es algo más que un proceso puramente
intelectual como habitualmente se cree, más bien, el pensamiento se refiere a
problemas filosóficos, políticos, psicológicos, religiosos o sociales, más que
a la manipulación empírica de objetos concretos. Tales elementos se hallan en
gran parte determinados por la estructura de la personalidad del que piensa.
Cada sujeto construye para cada concepto, una matriz emocional arraigada en la
estructura del carácter del individuo. Ahora bien, el hecho de que las ideas se
desarrollen en una matriz emocional, resulta importante porque eso constituye
la clave necesaria para lograr la comprensión del espíritu de una cultura.
Diferentes sociedades o distintas clases dentro de una misma sociedad poseen
caracteres sociales específicos, y es a
partir de estos que se desarrollan y se fortifican las distintas ideas.
Las
ideas pueden llegar a ser fuerzas poderosas, pero sólo en la medida en que
satisfagan las necesidades humanas específicas que se destacan en un carácter
social dado. Es decir, que la estructura del carácter no determina solamente
los pensamientos y las emociones, sino también las acciones humanas. El
comportamiento racional está determinado en gran parte por la estructura del
carácter. El carácter entonces, desempeña una función especial con respecto
al individuo y a la sociedad; si se
observa que el individuo se ajusta de manera más o menos fiel a la estructura
del carácter social, las tendencias dominantes de su personalidad lo conducirán
a obrar de conformidad con aquello que es necesario y deseable en las
condiciones sociales específicas de la cultura en la que vive. Por lo tanto, la
función subjetiva del carácter para una persona normal es la de conducirlo a
obrar de conformidad con lo que le es necesario desde un punto de vista
práctico y también a experimentar una satisfacción psicológica derivada de su
actividad.
El carácter social desde el punto de vista de
su función en el proceso social, parte de un principio que se refiere a su
función subjetiva. Al adaptarse a las condiciones sociales el hombre desarrolla
aquellos rasgos que le hacen experimentar el deseo de obrar justamente de ese
modo en que debe hacerlo. Por ejemplo: el sistema capitalista industrial
requiere que la mayoría de las energías se encause hacia el trabajo. Si la
gente trabajara tan solo debido a las necesidades externas, surgirían muchos
conflictos entre sus deseos y sus obligaciones y, por consiguiente, la
eficiencia del trabajo se vería disminuida. Sin embargo, por medio de la
adaptación dinámica del carácter frente a los requerimientos sociales, la
energía humana, en lugar de originar conflictos, es estructurada en formas
capaces de convertirla en incentivos de acción adecuados a las necesidades
económicas. Así, el hombre moderno, en lugar de trabajar tan duramente debido a
alguna obligación exterior, se siente arrastrado por aquella compulsión íntima
hacia el trabajo. O bien, en vez de
obedecer a autoridades manifiestas, se ha construido ciertos poderes internos,
como la conciencia y el deber, que logran fiscalizarlo con mayor eficiencia que
cualquier autoridad exterior. Por tanto,
el carácter social internaliza las necesidades externas, enfocando de este modo
la energía humana hacia las tareas requeridas por un sistema económico y social
determinado.
Otro
aspecto que influye de manera importante en la formación del carácter social es
el proceso educativo. Para muchos psicólogos los métodos de aprendizaje
empleados en la primera infancia y las técnicas educativas usadas con respecto
al niño en desarrollo, constituyen la causa de la evolución del carácter. Cabe
señalar que Fromm considera a la educación como un elemento del proceso social
cuya función es la de preparar al individuo para el buen desempeño de la tarea
que más tarde le tocará realizar en la sociedad, esto es, moldear su carácter
de manera tal que se aproxime al carácter social; que sus deseos coincidan con
las necesidades propias de su función.
El
sistema educativo de toda sociedad se halla determinado por esta función, por
lo tanto, no se puede explicar la estructura de una sociedad o la personalidad
de sus miembros por medio del proceso educativo, sino que, por el contrario,
debemos explicar éste en función de las necesidades que surgen de la estructura
social y económica de una sociedad dada. Los métodos de educación pueden ser
considerados como medios por los cuales los requerimientos sociales se
transforman en cualidades personales. Si bien las técnicas educativas no
constituyen la causa de un tipo determinado de carácter social, sí representan
uno de los mecanismos que contribuyen a formar ese carácter. Si queremos
analizar una sociedad en funcionamiento, el conocimiento y comprensión de los
métodos educativos, se tornará un elemento imprescindible.
La
familia constituye un sector especial del proceso educativo; los padres no
solamente aplican las normas educativas de la sociedad que les es propia, sino
que también, por medio de sus propias personalidades, son portadores del
carácter social de su sociedad o clase. Ellos trasmiten al niño lo que podría
llamarse la atmósfera psicológica o el espíritu de una sociedad, simplemente
con ser lo que son, es decir, representantes de ese mismo espíritu. La familia
puede así ser considerada como el agente psicológico de la sociedad.
Así
es entonces como el carácter social es estructurado por el modo de existencia
de la sociedad. Las necesidades de la estructura económica y social de la comunidad
moldean al hombre, pero también existen otras condiciones, fisiológicas y
psicológicas, que contribuyen a tal estructuración, como la tendencia a crecer,
a realizar potencialidades y a pensar de manera crítica y creativa. Cada una de
estas potencialidades posee un dinamismo propio, de tal manera que una vez que
se desarrollan a través del proceso evolutivo, tienden a expresarse. Tal
tendencia puede ser reprimida y frustrada, pero esta regresión origina nuevas
reacciones, especialmente con la formación de impulsos simbióticos y
destructivos. Fromm afirma que el deseo de libertad puede ser reprimido y
desaparecer así de la conciencia del individuo, pero no por ello dejará de
existir como potencialidad, revelando su existencia por medio de aquel odio consciente
o inconsciente que siempre acompaña a tal regresión. La tendencia hacia la
justicia y la verdad constituyen un
impulso inherente a la naturaleza humana, aún cuando pueda ser reprimido y
pervertido, como la libertad. La forma más común de evitar la libertad, es la
búsqueda de un líder al cual someterse. Por lo tanto, se concluye que si bien
el desarrollo del carácter es estructurado por las condiciones básicas de la
vida, y si bien no existe una naturaleza humana fija, ésta posee un dinamismo
propio que constituye un factor activo en la evolución del proceso social.
Finalmente,
las ideologías y la cultura en general se hallan arraigadas en el carácter
social, como se ha expuesto; éste es modelado por el modo de existencia de una
sociedad dada; y, a su vez, los rasgos caracterológicos dominantes se vuelven
también fuerzas constructivas que moldean el proceso social. El carácter social surge de la adaptación
dinámica de la naturaleza humana a la estructura social. Los cambios en las
condiciones sociales originan cambios en el carácter social, es decir, dan
lugar a nuevas necesidades, nuevas angustias. Estas originan nuevas ideas,
hacen a los hombres susceptibles de ser afectados por ellas; a su vez, estas
nuevas ideas tienden a estabilizar e intensificar el nuevo carácter social y a
determinar las acciones humanas. En otras palabras, las condiciones sociales ejercen
influencias sobre los fenómenos ideológicos a través del carácter; éste, por su
parte, no es resultado de una adaptación pasiva a las condiciones sociales,
sino de una adaptación dinámica, que se realiza sobre la base de elementos
biológicamente inherentes a la naturaleza humana, o adquiridos como resultado
de la evolución histórica.
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Fromm, Erich. El miedo a la libertad. Paidós. Argentina