martes, 23 de abril de 2013


EL MIEDO A LA LIBERTAD: ERICH FROMM

Resumen elaborado por: Teresa Tejeda Camacho

Contenido:

·         El carácter y el proceso social

                En su obra, El miedo a la libertad, Fromm hace referencia a la interrelación que existe entre los factores socio-económicos, psicológicos e ideológicos, sobre los cuales se sustenta la estructura del carácter de los miembros de una sociedad; sin embargo, cabe señalar que lo importante en ese análisis que el autor presenta, no son las peculiaridades que contribuyen a las diferencias interpersonales de los miembros de un mismo grupo, sino aquella parte del carácter que es común a la mayoría de ellos, denominando a esta parte carácter social. El carácter social comprende tan solo una selección de tales rasgos, como el núcleo esencial de la estructura del carácter de la mayoría de los miembros de un grupo, núcleo que se ha desarrollado como resultado de las experiencias básicas y los modos de vida comunes del grupo mismo. Cuando el  propósito es entender el modo según el cual la energía humana es encauzada y opera como fuerza propulsiva dentro de un orden social determinado, la psicología debe dirigir la atención al carácter social. Este carácter constituye una noción fundamental para la comprensión del proceso social.

                En el sentido dinámico de la psicología analítica se denomina carácter a la forma específica impresa en la energía humana por la adaptación dinámica de las necesidades de los hombres a los modos de existencia peculiares de una sociedad determinada, éste determina el pensamiento, la acción y la vida emocional de los individuos.

                Es importante señalar que el pensamiento es algo más que un proceso puramente intelectual como habitualmente se cree, más bien, el pensamiento se refiere a problemas filosóficos, políticos, psicológicos, religiosos o sociales, más que a la manipulación empírica de objetos concretos. Tales elementos se hallan en gran parte determinados por la estructura de la personalidad del que piensa. Cada sujeto construye para cada concepto, una matriz emocional arraigada en la estructura del carácter del individuo. Ahora bien, el hecho de que las ideas se desarrollen en una matriz emocional, resulta importante porque eso constituye la clave necesaria para lograr la comprensión del espíritu de una cultura. Diferentes sociedades o distintas clases dentro de una misma sociedad poseen caracteres sociales específicos, y es  a partir de estos que se desarrollan y se fortifican las distintas ideas.

                Las ideas pueden llegar a ser fuerzas poderosas, pero sólo en la medida en que satisfagan las necesidades humanas específicas que se destacan en un carácter social dado. Es decir, que la estructura del carácter no determina solamente los pensamientos y las emociones, sino también las acciones humanas. El comportamiento racional está determinado en gran parte por la estructura del carácter. El carácter entonces, desempeña una función especial con respecto al  individuo y a la sociedad; si se observa que el individuo se ajusta de manera más o menos fiel a la estructura del carácter social, las tendencias dominantes de su personalidad lo conducirán a obrar de conformidad con aquello que es necesario y deseable en las condiciones sociales específicas de la cultura en la que vive. Por lo tanto, la función subjetiva del carácter para una persona normal es la de conducirlo a obrar de conformidad con lo que le es necesario desde un punto de vista práctico y también a experimentar una satisfacción psicológica derivada de su actividad.

                 El carácter social desde el punto de vista de su función en el proceso social, parte de un principio que se refiere a su función subjetiva. Al adaptarse a las condiciones sociales el hombre desarrolla aquellos rasgos que le hacen experimentar el deseo de obrar justamente de ese modo en que debe hacerlo. Por ejemplo: el sistema capitalista industrial requiere que la mayoría de las energías se encause hacia el trabajo. Si la gente trabajara tan solo debido a las necesidades externas, surgirían muchos conflictos entre sus deseos y sus obligaciones y, por consiguiente, la eficiencia del trabajo se vería disminuida. Sin embargo, por medio de la adaptación dinámica del carácter frente a los requerimientos sociales, la energía humana, en lugar de originar conflictos, es estructurada en formas capaces de convertirla en incentivos de acción adecuados a las necesidades económicas. Así, el hombre moderno, en lugar de trabajar tan duramente debido a alguna obligación exterior, se siente arrastrado por aquella compulsión íntima hacia el  trabajo. O bien, en vez de obedecer a autoridades manifiestas, se ha construido ciertos poderes internos, como la conciencia y el deber, que logran fiscalizarlo con mayor eficiencia que cualquier autoridad exterior. Por  tanto, el carácter social internaliza las necesidades externas, enfocando de este modo la energía humana hacia las tareas requeridas por un sistema económico y social determinado.               

                Otro aspecto que influye de manera importante en la formación del carácter social es el proceso educativo. Para muchos psicólogos los métodos de aprendizaje empleados en la primera infancia y las técnicas educativas usadas con respecto al niño en desarrollo, constituyen la causa de la evolución del carácter. Cabe señalar que Fromm considera a la educación como un elemento del proceso social cuya función es la de preparar al individuo para el buen desempeño de la tarea que más tarde le tocará realizar en la sociedad, esto es, moldear su carácter de manera tal que se aproxime al carácter social; que sus deseos coincidan con las necesidades propias de su función.

                El sistema educativo de toda sociedad se halla determinado por esta función, por lo tanto, no se puede explicar la estructura de una sociedad o la personalidad de sus miembros por medio del proceso educativo, sino que, por el contrario, debemos explicar éste en función de las necesidades que surgen de la estructura social y económica de una sociedad dada. Los métodos de educación pueden ser considerados como medios por los cuales los requerimientos sociales se transforman en cualidades personales. Si bien las técnicas educativas no constituyen la causa de un tipo determinado de carácter social, sí representan uno de los mecanismos que contribuyen a formar ese carácter. Si queremos analizar una sociedad en funcionamiento, el conocimiento y comprensión de los métodos educativos, se tornará un elemento imprescindible.

                La familia constituye un sector especial del proceso educativo; los padres no solamente aplican las normas educativas de la sociedad que les es propia, sino que también, por medio de sus propias personalidades, son portadores del carácter social de su sociedad o clase. Ellos trasmiten al niño lo que podría llamarse la atmósfera psicológica o el espíritu de una sociedad, simplemente con ser lo que son, es decir, representantes de ese mismo espíritu. La familia puede así ser considerada como el agente psicológico de la sociedad.

                Así es entonces como el carácter social es estructurado por el modo de existencia de la sociedad. Las necesidades de la estructura económica y social de la comunidad moldean al hombre, pero también existen otras condiciones, fisiológicas y psicológicas, que contribuyen a tal estructuración, como la tendencia a crecer, a realizar potencialidades y a pensar de manera crítica y creativa. Cada una de estas potencialidades posee un dinamismo propio, de tal manera que una vez que se desarrollan a través del proceso evolutivo, tienden a expresarse. Tal tendencia puede ser reprimida y frustrada, pero esta regresión origina nuevas reacciones, especialmente con la formación de impulsos simbióticos y destructivos. Fromm afirma que el deseo de libertad puede ser reprimido y desaparecer así de la conciencia del individuo, pero no por ello dejará de existir como potencialidad, revelando su existencia por medio de aquel odio consciente o inconsciente que siempre acompaña a tal regresión. La tendencia hacia la justicia  y la verdad constituyen un impulso inherente a la naturaleza humana, aún cuando pueda ser reprimido y pervertido, como la libertad. La forma más común de evitar la libertad, es la búsqueda de un líder al cual someterse. Por lo tanto, se concluye que si bien el desarrollo del carácter es estructurado por las condiciones básicas de la vida, y si bien no existe una naturaleza humana fija, ésta posee un dinamismo propio que constituye un factor activo en la evolución del proceso social.

                Finalmente, las ideologías y la cultura en general se hallan arraigadas en el carácter social, como se ha expuesto; éste es modelado por el modo de existencia de una sociedad dada; y, a su vez, los rasgos caracterológicos dominantes se vuelven también fuerzas constructivas que moldean el proceso social.  El carácter social surge de la adaptación dinámica de la naturaleza humana a la estructura social. Los cambios en las condiciones sociales originan cambios en el carácter social, es decir, dan lugar a nuevas necesidades, nuevas angustias. Estas originan nuevas ideas, hacen a los hombres susceptibles de ser afectados por ellas; a su vez, estas nuevas ideas tienden a estabilizar e intensificar el nuevo carácter social y a determinar las acciones humanas. En otras palabras, las condiciones sociales ejercen influencias sobre los fenómenos ideológicos a través del carácter; éste, por su parte, no es resultado de una adaptación pasiva a las condiciones sociales, sino de una adaptación dinámica, que se realiza sobre la base de elementos biológicamente inherentes a la naturaleza humana, o adquiridos como resultado de la evolución histórica.

 

·         Fromm, Erich. El miedo a la libertad. Paidós. Argentina