domingo, 30 de agosto de 2015

LA EDUCACIÓN COMO PRÁCTICA DE LA LIBERTAD

LA EDUCACIÓN COMO PRÁCTICA DE LA LIBERTAD
UNA  VISIÓN A PAULO FREIRE

Presentado por: Mtra. Teresa Tejeda Camacho

            Hace más  de 40 años, Paulo Freire se planteaba la urgencia de una educación que fuese capaz de ayudar a salir al pueblo de una sociedad en franca descomposición para llevarlo  transitoriamente del estado ingenuo al estado crítico del pensamiento para evitar la masificación. ¿Pero cómo realizar esta educación? ¿Cómo proporcionar al hombre medios para superar sus actitudes mágicas o ingenuas frente a su realidad? ¿Cómo ayudarlo a comprometerse con su realidad? Freire junto con su equipo de colaboradores encontraron la respuesta en tres grandes elementos: a) un método activo, dialogal y crítico, b) una modificación del programa educacional, y c) el uso de técnicas tales como la reducción y codificación. Tales elementos constituirían una nueva perspectiva de educar en un mundo donde los pueblos se estaban transformando en forma dolorosa, particularmente su natal Brasil.
            Freire explica que “la educación verdadera es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo” [1].Este ilustre pedagogo estaba plenamente convencido de que el hombre ha sido creado para comunicarse con los otros hombres; de ahí su enorme preocupación por promover una educación dialogal, misma que haga posible que la educación sea un proceso de construcción social y no solamente de dirección y orientación a los alumnos como lo determinan los esquemas liberalistas. Proponía la necesidad de erradicar el analfabetismo, pero concebido críticamente, no como un mal, una enfermedad o una hierba maligna, como mencionaba en su libro “Se vive como se puede”,  publicado en 1970, sino como “una explicitación fenoménico-refleja de la estructura de una sociedad en un momento histórico dado”.[2]
            La educación que proponía Freire en su pedagogía debía ser liberadora, porque si no es liberadora no puede considerarse educación. La instrucción que se basa en la repetición de ideas preconcebidas por la mente de otro no va a provocar el desarrollo humano de un pueblo, sino su domesticación y  alienación, que es la finalidad de nuestros sistemas y políticas educacionales, aún en nuestros tiempos. Esta forma de instrucción prevalente, tiene la cualidad de irse afianzando y afilando conforme se avanza de nivel académico porque refuerza tanto los vicios que cuando se accede a la educación universitaria es casi imposible separarse de ellos.  ¿Pero cómo ocurre tal situación?, muy sencillo, los alumnos se vuelven objetos de manipulación de los educadores. Los alumnos solo responden  y repiten lo que dicen los maestros quienes ingenuamente reproducen las estructuras de dominación de la sociedad actual; así “se convertirán, sin quererlo, por efecto de esta situación alienante, en un miembro más del statu quo”.[3]
            Bajo esta perspectiva, “la tarea de educar sólo será auténticamente humanista en la medida en que procure la integración del individuo a su realidad nacional, en la medida en que le pierda miedo a la libertad, en la medida en que pueda crear en el educando un proceso de recreación, de búsqueda, de independencia u, a la vez, de solidaridad”.[4] Aquí quiero señalar que el miedo a la libertad que menciona Freire, va en el mismo sentido del que nos hablara Fromm en su libro del mismo nombre, es decir, el miedo a romper con las cadenas que atan al hombre a las cosas que lo vuelven dependiente y le impiden mantenerse por sí mismo y para sí mismo; de igual manera, la educación debe entenderse como un proceso de concienciación, este es el pensamiento pedagógico de Freire.
            Thomas Sanders, que ha estudiado detenidamente la pedagogía de Freire, nos propone la siguiente definición de concienciación: significa un despertar de la conciencia, un cambio de mentalidad que implica comprender realista y correctamente la ubicación de uno en la naturaleza y en la sociedad; la capacidad de analizar críticamente sus causas y consecuencias y establecer comparaciones con otras situaciones y posibilidades; y una acción eficaz y transformadora[5]. En la medida en que cada uno de nosotros reconoce su posición y establece relaciones adecuadas entre sí mismo y su entorno, puede lograr su transformación ya sea social, política o natural.  Agrega  Sanders que este proceso (concienciación) tiene una parte psicológica en la que se encierra y reconoce la dignidad de uno; es decir, una praxis de la libertad.[6]  Cuando una persona se reconoce como sujeto hacedor de la cultura y participe directo o indirecto de una sociedad, ejerce su libertad para elegir ser.  Sanders concluye que si bien el estímulo del proceso de concienciación deriva de un diálogo interpersonal, mediante el cual uno descubre el sentido de lo humano al establecer una comunión a través de encuentros con otros seres humanos, una de sus consecuencias casi inevitables es la participación política y la formación de grupos de interés y presión.[7] Una manifestación  más de la libertad que el hombre adquiere cuando se educa en toda la extensión de la palabra. Pero evidentemente, la concienciación no se podrá lograr si quienes se encargan de la educación no están concienciados, así como si todos los individuos reunidos en el diálogo, no trascienden hacia este proceso. Y no se trata solamente en este proceso de solamente considerarse concienciado, sino de serlo. Un individuo que se considere a sí mismo concienciado deberá compartir el pensamiento y la acción, las necesidades y el dolor de los grupos oprimidos y hacer algo para destruir las injusticias que observa y vive; lo que otros autores podrían denominar: tener conciencia social y de clase.
            Freire da un valor muy elevado a la palabra en su método pedagógico, porque la palabra es reflexión y acción, es transformar la realidad por ella y mediante ella, pero sobre todo, porque nadie expresa la palabra estando solo. Decirla significa necesariamente un encuentro entre otros. Por eso él considera que la verdadera educación es un diálogo.  Ahora bien, tomemos en cuenta que un diálogo ocurre ante determinadas situaciones, no en el vacío; dichas situaciones pueden ser actos concretos, de orden social, económico, político o ambiental. Esto significa que la palabra, el conocimiento que esta encierra, debe darse en función de estas situaciones  para comprenderlas, explicarlas, analizarlas y transformarlas.
            Claro está que esta concepción de la educación que plantea Freire, debe ser lo opuesto a la educación bancaria, concepto que este mismo autor planteaba para referirse a esa forma que en la que existe Educador y Educando, donde el primero es quien sabe y por lo tanto educa al segundo, lo disciplina, le habla, elige los programas y sus contenidos, es decir, el educador es el sujeto del proceso y el educando es su objeto, quien recibe en calidad de depósito en forma pasiva y adaptativa que lo lleva a una favorable domesticación. Como puede observarse, esta forma de la  educación desfigura totalmente la condición humana del educando.
            En contraste con la educación bancaria, la educación para liberación postula tres principios básicos: a) nadie educa a nadie, b) nadie se educa solo, c) los hombres se educan entre sí, mediatizados por el mundo; razón por la cual tiene una condición problematizadora, fundamentalmente crítica y virtualmente liberadora, enmarcada  por una actitud que no se detiene en el verbalismo, sino que exige la acción.[8]  Qué lejos estamos casi 50 años después de haber logrado una educación que nos libere y nos transforme. Hemos prevalecido en la práctica de la dominación en lugar de una práctica de la libertad.  La pedagogía que Freire es una  pedagogía del oprimido que postula modelos de ruptura, de cambio y de transformación total. Si esta pedagogía implica la semilla de la protesta crítica, no es porque el educador siembre el germen de la revuelta, sino que esto es el resultado de haber llevado la conciencia mágica de los individuos a la conciencia ingenua, luego a la conciencia crítica y ésta a la conciencia política. Quizá lo que más se teme cuando se habla de impulsar una educación que desarrolle un pensamiento reflexivo y crítico es el hecho de que la toma de conciencia que resulta de manera natural, despierta en el hombre el sentido de la contradicción y permite descubrir la opresión que  existe en las sociedades modernas. No es posible, llegó a decir Paulo Freire, dar clases de democracia y al mismo tiempo considerar como absurda e inmoral la participación del pueblo en el poder.[9]
            Frente a una sociedad dinámica en transición, la educación no puede llevar al hombre a posiciones quietistas, por el contrario, debe impulsar la búsqueda de la verdad en común, preguntando, investigando, oyendo, aportando. Si la educación permite esto, está abriendo el camino hacia la democracia y poniendo las simientes para libertad. Estos dos grandes valores sociales pueden ponerse en práctica mediante debates, formulación y análisis de problemas, investigación de causas de un fenómeno y establecimiento de relaciones entre los diversos fenómenos que aquejan a la sociedad. La educación debe tener un carácter teórico pero no verboso. La teoría invita a la comprobación, la palabrería oculta la realidad. Y si nos damos cuenta, la nuestra educación aún no permite que nuestros estudiantes desarrollen el gusto por estudiar, por comprobar hechos, por descubrir y revisar descubrimientos, por tanto, se queda sumergida en una condición peligrosa que provoca que se siga manteniendo una conciencia ingenua y una posición de dependencia y fragilidad.
            Tomemos en cuenta lo que decía Paulo Freire: la educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor. No se puede temer al debate, el análisis de la realidad; no puede huir de la discusión creadora, bajo pena de ser una farsa.[10] No podemos aprender a discutir y a debatir con una educación impositiva, donde se imponen ideas en lugar de cambiarlas o emergerlas; donde se dictan clases en lugar de debatir y discutir temas; donde ordenamos en lugar de proponer un orden; donde damos fórmulas en lugar de dar los medios para pensar; donde nos separamos en lugar de acercarnos a los demás.
            Paulo Freire es sin duda alguna un pedagogo de nuestras sociedades latinoamericanas y de todas aquellas donde la ignorancia y la opresión han prevalecido. Ha visto en la educación la fórmula más adecuada para el desarrollo, pero no una educación tal cual la hemos conocido, sino una educación que trascienda los límites establecidos por las políticas y prácticas educativas. A más de 40 años de su propuesta pedagógica, no podemos perder la batalla del desarrollo, pero tampoco podemos perder la batalla de la humanización del hombre.





[1] Freire, Paulo. La educación como práctica de la libertad. México. Siglo XXI editores. Segunda edición revisada 2011.p.9
[2] Freire, P. op. Cit. p. 15
[3] Freire, P. op. cit  p. 15
[4] Ibíd.
[5] Citado en Freire, P. op. cit.  p. 16
[6] Ibíd.
[7] Op cit. p 16
[8] Ibid. p. 20
[9] Ibid. p. 20
[10] Freire, P. op. cit. p 91