sábado, 8 de julio de 2017

Ser psicólogo en un mundo globalizado

EL SER PSICÓLOGO EN UN MUNDO GLOBALIZADO
En la niebla se es libre, pero es la libertad de alguien que está entre tinieblas.
Milan Kundera. Los testamentos traicionados
 



Presenta: Teresa Tejeda Camacho
Es sabido que muchos psicólogos, antropólogos, sociólogos, filósofos, escritores e investigadores de distintos campos, han dicho mucho acerca de la identidad nacional desde los inicios del siglo pasado; la psicología en México parece haberse convertido durante décadas en el estudio y comprensión del mexicano y de lo mexicano. Samuel Ramos, Ezequiel Chávez, Octavio Paz, Santiago Ramírez, Emilio Uranga, José Revueltas, Rogelio Díaz-Guerrero y muchos más, realizaron estudios, muy a su manera, para identificar aquellos rasgos que caracterizan al pueblo mexicano. Esto fue posible en virtud de la urgencia por conocer la realidad que permeaba hace ya más de 30 años en el pueblo mexicano; sin embargo, los tiempos modernos (¿o debo decir postmodernos?), exigen una nueva comprensión de la naturaleza humana y sus problemas, retos y dificultades , sólo que ahora mucho más allá de las fronteras de este país. Toca entonces a los investigadores, profesionales de distintas disciplinas, escritores y a todos aquellos interesados en el desarrollo de las sociedades modernas, dirigir su atención hacia el panorama de acontecimientos que se viven y lo que éstos entrañan. Los psicólogos no pueden ser ajenos a esta realidad, un mayor conocimiento de los requerimientos de la sociedad del siglo XXI dará a sus intervenciones el peso necesario y la dirección correcta, sabiendo que incluso los problemas individuales y sociales, son el resultado de influencias provenientes de un mundo globalizado.
Este ensayo pretende dar paso a la reflexión, al mismo tiempo que emite un punto de vista respecto a lo que diferentes autores exponen acerca del proceso de globalización que se vive en el planeta y del que sólo algunas sociedades, las más alejadas de todo trazo “civilizatorio”, parecen escapar. A partir de este ejercicio del pensamiento reflexivo se intentarán proponer algunos cursos de acción para la práctica profesional, comprometida y eficiente de la psicología en México.
Hablar de globalización implica necesariamente enfrentarse a un constructo que describe un sistema económico que la hace posible; “desde el principio, el capitalismo se revela como un modo de producción internacional. Luego se revela como un proceso de amplias proporciones, rebasando fronteras geográficas, históricas, culturales y sociales…” (Ianni, 2009: 111). Puede pensarse que hubo un tiempo en que el mundo y cada sociedad constituyente eran ajenos, sin embargo, la historia deja entrever cómo distintos países europeos como Holanda, Inglaterra, Alemania; asiáticos como Japón y en América, Estados Unidos, se constituyeron como los principales centros de la actividad y dominación del mundo desde el siglo XVI, rebasando cualquier tipo de fronteras (Ianni, 2009: 111).  Esto se torna importante porque el capitalismo es un proceso que al mismo tiempo es “social, económico, político y cultural”, capaz de influir en cualquier forma “de organización del trabajo y vida social con que entra en contacto” (Ianni, 2009: 111). Esta realidad que describe Ianni, permea en la sociedad desde hace varios siglos, sin embargo, en las últimas décadas ha cobrado mayor importancia debido a la influencia de los medios de comunicación y las tecnologías de la información, que la conectan con el resto de las sociedades del mundo de forma simultánea. “En el curso de la historia de la globalización del capitalismo, mucho de lo que se encuentra por el camino, se altera, tensiona, modifica, anula, mutila, recrea o transfigura” ((Ianni, 2009: 111), razón por la cual se torna absolutamente necesario comprender el impacto que esto tiene en los procesos cognitivos y conductuales de los individuos, es decir, dentro de muchas cosas, su manera de percibir e interpretar el mundo y vivir en él.
No cabe la menor duda de que el comportamiento del ser humano está definido y moldeado por la intervención del entorno social a través de los procesos de interacción e influencia, se aprende a ser y actuar en el contacto con los demás, esto va dando un toque muy particular que identifica a las distintas sociedades. Las instituciones son los principales espacios, concretos y abstractos, de la reproducción de modelos que van dando esa identidad nacional y establece al mismo tiempo las grandes diferencias entre los pueblos. El capital hace lo mismo. Como menciona Ianni (2009), “La dinámica de la reproducción ampliada del capital, con su concentración y centralización, produce y reproduce el desarrollo desigual y combinado, de modo nacional, regional y mundial” (p. 117); esto parece explicar por qué las naciones de la región latinoamericana son tan similares en muchos aspectos, incluso en problemáticas. Así pues, “la dinámica de este modo de producción crea y recrea, continúa y reitera, las formas productivas y las relaciones de producción, tanto por el desarrollo extensivo como por el intensivo”. Por tanto, si se entiende que por la influencia de los factores que encierra el capitalismo las sociedades devienen con las características particulares que las identifican, entonces debe pensarse en un modo de ver más allá del individuo mismo, debe verse a éste como un elemento del sistema social que lo envuelve y a este sistema debe vérsele como un elemento de un sistema global. Hacerlo de este modo, ayudará a reducir e incluso eliminar, la ceguera que caracteriza al profesional de la psicología cuando solamente centra su atención en el síntoma y no en el problema.
La sociedad global presenta características muy particulares, entre ellas están las relativas a las necesidades, que en muchos de los casos se trata más bien de pseudonecesidades. Sin embargo, no es posible desatender aquellas que son producto de este proceso globalizante, debe tomarse en cuenta que estas circunstancias han transformado el modo de vivir en el mundo; “las naciones y nacionalidades, así como individuos y colectividades, se vuelven más interdependientes que nunca. Las cosas, las gentes, las ideas se desterritorializan, a pesar de parecer arraigadas” (Ianni, 2009:122). Esto sugiere que cada vez se requiere más la presencia del otro o de los otros para el logro de los objetivos propios. Así como una sociedad-nación parece no poder sobrevivir aislada de las demás, los individuos tampoco parecen poder hacerlo. Tan pronto algo aparece, se dispersa por todos los continentes, sea una noticia, una idea, un saber, etc., es como que no existiera mientras no se da a conocer, pero en tanto se difunde, el origen de la misma parece perderse. Como explica Ianni (2009), “en la misma medida en que se amplían los mercados, se agilizan las fuerzas productivas, concretadas en la nueva división internacional del trabajo, en la fábrica y en el shopping center globales” (p.122). Es necesario considerar que esto que ocurre a nivel social puede estarse presentando a nivel individual; vale la pena entonces reflexionar acerca de ello. Los individuos se perciben sin personalidad propia. Lo que parecía ser propio de una comunidad ahora es posible encontrarlo en otras.  Aquello que permitía reconocer a un grupo social ahora se confunde. Todo parece rebasar las fronteras. Ante este panorama, debe prepararse un nuevo campo para la psicología, donde pueda comprenderse este ser humano con patria, pero sin identidad. Con nacionalidad, pero sin arraigo. Deseoso de responder a las exigencias del mundo actual, pero contando en muchos casos, con las pobres herramientas del pasado.
La interdependencia generada entre las sociedades y los individuos ha sido posible gracias a los avances de la ciencia y la técnica. Los productos intelectuales y materiales de un país tienden a convertirse en propiedad común de todos. “La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan cada día más dificultosos; de las numerosas literaturas nacionales y locales, se forma una literatura universal” (Ianni, 2009:133). Cuanto más se multiplican los medios de comunicación y las posibilidades de movilizarse de un territorio a otro de las ideas, las personas, las cosas, las costumbres, etc. de una región, los espacios regionales, nacionales y mundiales, dan paso a nuevos horizontes para los individuos y los grupos sociales. “Paralelamente al surgimiento de formas sociales innovadoras, liberadoras o hasta deslumbrantes, se desarrollan también las que limitan, inhiben o propiamente enajenan” (Ianni, 2009:132). Esta importante idea de Ianni, debe servir de detonante para extraer al ser humano del siglo XXI de la caja donde nuestra visión lo ha colocado. Muchas veces se habla del mexicano o del latinoamericano como un ser sumergido en la comodidad de su atraso social y su pobreza, olvidando que esta condición no es provocada directamente por él, sino que es el resultado de esa tendencia natural del capitalismo globalizante que beneficia a algunos y empobrece a la mayoría. Se piensa en las naciones como Estados Unidos y Canadá, en América, como los países ricos, modelo de vida y se provocan oleadas de inmigrantes que acuden a ellos a realizar sus sueños que en sus propios países nunca podrán alcanzar. Se ensalza el poderío y tenacidad de los pueblos europeos y los alcances que tales virtudes les han permitido alcanzar y se pierde de vista que en África existe tal poderío y tenacidad, sólo que están presentes otros factores que no permiten estar a la par que esos países. Pero como esto no es por todos sabido, estas naciones reafirman su posición de países pobres, en subdesarrollo, de países del tercer mundo. Todo psicólogo comprometido socialmente debe considerar que los rasgos caracterológicos de un pueblo, si es que existen, son reforzados por causas de fuerza mayor a la simple voluntad del mismo y a partir de ello, obtener los elementos necesarios para intervenir concienzudamente en la necesidad del cambio actitudinal, particularmente de los pueblos sumidos en el rezago social, económico y político.
Como se observa, “lo que estamos presenciando es el proceso de la constitución material del nuevo orden planetario, la consolidación de su máquina administrativa y la producción de nuevas jerarquías de comando sobre el espacio global” (Hardt y Negri, 2002: 21-22). Lo que habría que entender a partir de esto son las repercusiones que tiene este nuevo orden de las cosas sobre los que poblamos el planeta, los retos que se imponen ante esta situación, así como las exigencias y demandas que representa para los individuos sean cual fuere su nacionalidad, ya que como mencionan Hardt y Negri, “el problema del nuevo aparato jurídico se nos presenta como su figura más inmediata: un orden global, una justicia y un derecho que, aunque aún virtuales, pero ya nos son aplicados” (2002: 22). No es posible entonces estar exentos de la fuerza que pesa sobre y alrededor de nosotros, algunas veces de forma más consciente que otras. Además, también se explica que “cada vez más se nos fuerza a sentir que somos partícipes de estos desarrollos, y se nos hace responsables de lo que provenga de este marco” (Hardt y Negri, 2002: 22). Pero valga decir que nuestra forma de participación es, desde el punto de vista de quien escribe, como un teatro de títeres, ya que las nuevas estructuras de poder y de influencia nos mueven a su voluntad, previo “convencimiento” de que debemos prepararnos para responder favorablemente al futuro si queremos tomar parte del desarrollo.
Así, “nuestra ciudadanía, al igual que nuestra responsabilidad ética, está situada dentro de estas nuevas dimensiones - nuestro poder y nuestra impotencia se miden aquí” (Hardt y Negri, 2002: 22). A este respecto, conviene agregar que el efecto que tienen las nuevas condiciones imperantes sobre este sentimiento de poder o de impotencia. Por una parte, el ser humano puede sentirse poderoso debido a la capacidad que tiene de rebasar las fronteras de su territorio y desplazarse así por territorios más extensos y lejanos, pero al mismo tiempo, puede albergar sentimientos de impotencia cuando se ponen frente a él sujetos en condiciones muy superiores a las suyas en idioma, economía, seguridad, etc., por lo que puede decirse  Kantianamente,
“que nuestra disposición moral interna, cuando es confrontada y probada en el orden social, tiende a estar determinada por las categorías éticas, políticas y jurídicas del Imperio. O podríamos decir que la moralidad externa de cada ser humano y ciudadano es ahora mensurable sólo en el marco del Imperio” (Hardt y Negri, 2002: 22).
¡Menudo papel se nos ha dejado! Y no sólo eso, el carácter domestico de los valores, los elementos que constituyen su sustancia moral, los límites que protegían contra los invasores, hoy todo eso desaparece. A todos se nos obliga a confrontar preguntas absolutas y alternativas radicales. Y cabe aquí cuestionar, ¿se está preparado para eso, el capitalismo imperial se ha encargado de capacitar a los pueblos  para hacer frente a una nueva y exigente realidad?, porque en México enseñar inglés y computación de forma obligatoria (y en muchos casos sin sentido) en las escuelas no es suficiente, tener acceso a las tecnologías de la información y comunicación por sí mismas tampoco es suficiente, mucho menos alcanza con las aparentes reformas en ´materia de educación; ¿con qué elementos identitarios se pretende emerger a un mundo globalizado sin anteponerse a la derrota?, parece que se olvida que “en el Imperio, ética, moralidad y justicia son moldeadas en nuevas dimensiones” (Hardt y Negri, 2002: 23)., de las que dicho sea de paso,  pocos pueden dar razón.
Tal es el caso del Biopoder.  Cabe señalar que se trata de un término originalmente acuñado por el filósofo francés Michel Foucault para referirse a la práctica de los estados modernos de explotar numerosas y diversas técnicas para subyugar los cuerpos y controlar la población (Foucault, 1992), moldeando con esto a la sociedad a partir de sus mismos elementos.  Hardt y Negri refieren que “la sociedad disciplinaria es aquella sociedad en la cual el comando social se construye a través de una difusa red de dispositivos o aparatos que producen y regulan costumbres, hábitos y prácticas productivas” (2002: 25). Debe entenderse por tanto que el término sociedad disciplinaria no es otra cosa que el órgano regulador de los comportamientos humanos. Poner en marcha esta sociedad, garantiza la obediencia a sus reglas mediante mecanismos incluyentes o excluyentes. Esta sociedad “es lograda por medio de instituciones disciplinarias (la prisión, la fábrica, el asilo, el hospital, la universidad, la escuela, etc.) que estructuran el terreno social y presentan lógicas adecuadas a la razón de la disciplina” (Hardt y Negri, 2002: 25). Una manera sutil de dominio y predominio de un conjunto de instituciones en los que priva el orden social y cuya función es moldear el carácter y fomentar las necesidades que peligrosamente los ciudadanos deben enfrentar. “El poder disciplinario gobierna, en efecto, estructurando los parámetros y límites del pensamiento y la práctica, sancionando y prescribiendo los comportamientos normales y / o desviados” (Hardt y Negri, 2002: 25). No es posible definir en este marco lo que se quiere pensar, sino lo que debe pensar, y donde curiosamente, no es posible siquiera identificar la diferencia debido a la enorme influencia que los medios de control provocan en la mente de los individuos, generando la falsa creencia de libertad; y de hecho existe la libertad, pero ésta parece enmarcarse en los límites impuestos por los que tienen el poder. Citando a Hardt y Negri que expresan lo siguiente:
Debemos entender a la sociedad del control como aquella (que se desarrolla en el extremo más lejano de la modernidad, abriéndose a lo posmoderno) en la cual los mecanismos de comando se tornan aún más "democráticos", aún más inmanentes al campo social, distribuidos a través de los cuerpos y las mentes de los ciudadanos. Los comportamientos de inclusión y exclusión social adecuados para gobernar son, por ello, cada vez más interiorizados dentro de los propios sujetos. El poder es ahora ejercido por medio de máquinas que, directamente, organizan las mentes (en sistemas de comunicaciones, redes de información, etc.) y los cuerpos (en sistemas de bienestar, actividades monitoreadas, etc.) hacia un estado de alineación autónoma del sentido de la vida y el deseo de la creatividad (2002: 25)
Esto es un ejemplo de estado de alienación, porque el poder que ejerce la sociedad de control sobre los individuos, hace pensar, creer y hasta sentir como que solamente se “sugiere” hacerlo, y sin embargo es algo que se siente como propio. Lo vemos cuando consumimos libremente aquellos productos que ponen a nuestra disposición; es cierto que podemos elegir, pero en definitiva es una elección altamente sesgada por aquellos que han puesto la gama de productos, tangibles o no, frente a nosotros, mismos que previamente nos han creado la necesidad de esos productos. Si no nos hemos percatado de ello es sólo porque estamos alienados. Se tiene aquí un espacio social de influencia de la psicología para provocar cambios en esas estructuras mentales sometidas a la sociedad de control y de consumo, devolviendo paulatinamente la libertad perdida. Aunque Bauman afirma que “aun cuando pareciera que la libertad hoy pudiera ejercerse fácilmente, cuando se conmueven los puntos de referencia permanentes, sobreviene un sentimiento de inestabilidad y falta de certeza”[1]. De ahí la necesidad de una participación real y urgente de un profesional de la psicología capaz de desenmarañar los entramados mecanismos que atan a las personas a la subordinación de la sociedad disciplinaria por miedo a perder el rumbo.
Siguiendo con la misma idea, Foucault menciona que “el biopoder es una forma de poder que regula la vida social desde su interior, siguiéndola, interpretándola, absorbiéndola y rearticulándola” (Hardt y Negri, 2002: 25). Es como un patrón de repuesta perceptual desde la cual se concibe la realidad; así entonces, “el poder puede lograr un comando efectivo sobre toda la vida de la población sólo cuando se torna una función integral, vital, que cada individuo incorpora y reactiva con su acuerdo” (Hardt y Negri, 2002: 25). Como ha dicho Foucault: la vida se ha vuelto ahora un objeto del poder.  La más alta función de este poder es infiltrar cada vez más la vida, y su objetivo primario es administrar la vida. El biopoder, por tanto, se refiere a una situación en la cual el objetivo del poder es la producción y reproducción de la misma vida, y esto sin duda alguna se logra a través de las instituciones reguladoras que constituyen la sociedad.  “El estado de excepción y las tecnologías policiales constituyen el núcleo sólido y el elemento central del nuevo derecho imperial….el nuevo régimen no tiene nada en común con las artes jurídicas de las dictaduras o los totalitarismos de otros tiempos” (Hardt y Negri, 2002: 25), ya que al parecer, producimos y reproducimos la vida justo como debemos hacerlo para beneficio de la macroestructura.
Cabe señalar que “el control de la sociedad sobre los individuos no solo se lleva a cabo mediante la conciencia o la ideología, sino también en el cuerpo y con el cuerpo. Para la sociedad capitalista lo más importante es la biopolítica, lo biológico, lo somático, lo corporal" (Hardt y Negri, 2002:28).  Al respecto, no es atrevido pensar que cuando se afirma esto, obedece a que lo realmente importante es el hombre mismo, lo que produce, expresa o absorbe, pero no tanto por el valor que le da al hombre per se, sino porque la verdadera fuerza de la sociedad radica en el potencial de reproducción del modelo de vida que cada hombre tiene, solo por el hecho de ser un ente de la sociedad a la que pertenece. Una inadecuada interpretación de lo enunciado podría explicar de alguna manera esta desmedida atención al cuerpo y su belleza, a la procuración del placer inmediato, constante e insuficiente de este, y a la postergación perenne de la reflexión hacia el futuro.
Hardt y Negri explican que el trabajo de Deleuze y Guattari “desmitifica al estructuralismo y a todas las concepciones filosóficas, sociológicas y políticas que hacen de la fijación del marco epistemológico un punto de referencia ineludible. Fijan claramente nuestra atención en la sustancia ontológica de la producción social” (2002: 28-29). Es decir, que la producción social es originada por el mismo ser. Y como no si cada acto humano parece estar condicionado desde fuera por fuerzas no visibles. Ya no es lo que el hombre produce materialmente lo más importante, sino lo que el hombre produce y reproduce a través de sus actos y palabras, desde lo actitudinal y lo que esto encierra. De ahí que estos autores mencionen que, el lugar central que anteriormente era ocupado por la fuerza laboral de los trabajadores en las fábricas para aumentar la producción de ganancias del capital, esté “siendo hoy llenado cada vez más por la fuerza laboral intelectual, inmaterial y comunicativa” (Hardt y Negri, 2002: 29). Aquí se abre una enorme aunque atorada puerta para la psicología.
Las universidades, profesionistas, investigadores, escritores, artistas, entre muchos otros, deben sumar sus esfuerzos a las corporaciones internacionales que hoy en día están sirviendo de organismos reguladores de comportamientos globalizados, como por ejemplo las ONG. “Las actividades de las corporaciones ya no están definidas por la imposición de comando abstracto y la organización del simple robo y el intercambio desigual. Por el contrario, estructuran directamente y articulan territorios y poblaciones” (Hardt y Negri, 2002: 29). Esta es el área de participación de los intelectuales de México y todas las naciones de Latinoamérica. Todo grupo capaz de conocer lo que ocurre en las naciones en los órdenes social, político, económico, etc., adquiere un alto valor. Puede decirse que la forma de intervención mediante la cual se ejerce el poder está definida por mecanismos modernos que tienen que ver con asuntos de dinero, así se consigue someter a otros. El que tiene el dinero y tiene la información, indudablemente que tiene el poder. Pero ese poder disminuye en proporción a la cantidad de información que se encuentra en manos de otros. Expresan Hardt y Negri:
 Un lugar donde debemos localizar la producción biopolítica de orden es en los nexos inmateriales de la producción del lenguaje, comunicación y lo simbólico, desarrollados por las industrias de la comunicación. El desarrollo de redes de comunicación tiene una relación orgánica con la emergencia del nuevo orden mundial - es, en otras palabras, causa y efecto, producto y productor. La comunicación no solo expresa sino que también organiza el movimiento de la globalización. Organiza el movimiento multiplicando y estructurando interconexiones mediante redes. Expresa el movimiento y controla el sentido y dirección del imaginario que corre por estas conexiones comunicativas; en otras palabras, el imaginario es guiado y canalizado dentro de la máquina comunicativa. (2002: 31).
Visto así, sólo tenemos que centrar la atención en el poder de denuncia e información que han conseguido las TIC en esta década. Se requiere por tanto, contribuir con la sociedad global a contrarrestar el poder de quienes detentan la información, ya que parece imposible contrarrestar el poder de quienes poseen el dinero. Esta acción puede tornarse el primer paso para disminuir la ignorancia al mismo tiempo que contribuye a una toma consciente del papel social del trabajo intelectual. Hay que recordar que,
El poder, mientras produce, organiza; mientras organiza, habla y se expresa a sí mismo como autoridad. El lenguaje, mientras comunica produce mercancías, pero, sobre todo, crea subjetividades, las pone en relación y las ordena. Las industrias de la comunicación integran el imaginario y lo simbólico dentro de la trama biopolítica, no simplemente poniéndolos al servicio del poder, sino, en realidad, integrándolos dentro de su funcionamiento (Hardt y Negri, 2002: 31).
Lo lamentable de esta situación es que las industrias de la comunicación no se caracterizan por velar el desarrollo y el orden social, mucho menos porque cada persona alcance su máximo potencial; al contrario, siembran la duda malintencionada, se nos deja saber sólo lo que conviene que sea sabido, se fragmenta la realidad, se pulveriza la moral social y humana, imponiéndose a la sociedad necesidades y estereotipos que nos esforzamos por alcanzar y que en este esfuerzo, merman nuestra energía para defender nuestras ideas y forjar una identidad. Los significados conceptuales han sido modificados de forma tal que la lectura de los acontecimientos parece tener una dimensión paralela de la realidad. Conceptos como éxito, desarrollo, trabajo, bienestar, etc., son solo un ejemplo de los significados que han cambiado y que tienen al hombre caminando por un rumbo distinto que lo conduce a un lugar sin salida y lamentablemente, que carece así mismo de llegada.
Por lo anteriormente planteado, puede decirse que la construcción del Imperio y el conjunto de redes globales de control, no es más que una respuesta a las diversas luchas contra las nuevas formas de poder, y de manera particular, a la lucha de clases que ha sido propiciada por los deseos de liberación mostrados por la sociedad. Como quien dice “La multitud llamó al Imperio” (Hardt y Negri, 2002: 39).  Visto así se torna casi imposible de creer que tratando de liberarnos de lo existente hayamos consolidamos algo menos deseable y conveniente para la sociedad.
De acuerdo a esto,
 Insistimos en afirmar que la construcción del Imperio es un paso adelante para librarse de toda nostalgia por las estructuras de poder que lo precedieron y un rechazo a toda estrategia política que incluya un retorno a ese viejo orden, tal como intentar resucitar al Estado-nación para protegerse contra el capital global (Hardt y Negri, 2002: 31)
 Parece como un rasgo tan humano ese de que tratando de aminorar, se empoderara al Imperio.
            Llegado a este punto debe estar claro que “la globalidad no debe ser entendida desde el punto de vista de homogeneización cultural, política o económica. La globalización, como la localización, debe ser entendida, como un régimen de producción de identidad o diferencia, o, verdaderamente, de homogeneización y heterogeneización” (Hardt y Negri, 2002: 41). Donde la humanidad se vuelve semejante porque todos estamos expuestos a los mismos retos y exigencias del orden mundial, pero donde al mismo tiempo aparecen nuestras diferencias porque las sociedades no empezaron el recorrido con las mismas ventajas y se debe continuar aún sin contar con las mismas herramientas de participación. En Latinoamérica los países han expuesto cultural, económica y socialmente lo mejor de sí mismos y eso es justo lo que les ha provisto de las circunstancias que los hacen vulnerables en un mundo global. Aparece por tanto otro espacio de participación de la Psicología, particularmente la Social, que haciendo sinergia con otras ciencias humanas, contribuyan a desarrollar las condiciones para un cambio de paradigmas y la inserción inevitable de nuevas estructuras cognitivas en las sociedades, que ayuden a aminorar la brecha en la competencia desleal que se enfrenta al vivir en un mundo globalizado en el que todo se ha vuelto líquido porque las promesas de la modernidad se agotaron.
Por último, me parece importante señalar en esta rudimentaria reflexión acerca de la forma en que el capitalismo globalizado ha ido modificando la manera de vivir de los pueblos, así como también, la forma en que producen y trabajan. Es lamentable el modo en que esta condición se nos muestra en la actualidad; tal parece que se vive no solamente ligado al trabajo, sino para el trabajo. Esta extraña adicción que priva a las personas del gusto por las relaciones humanas, por el arte, la ciencia y la cultura, condenándole a un estado de monotonía y estrés. Es un círculo vicioso en el que se vive inmerso por el deseo de tener lo necesario para vivir en un mundo con más demandas que ofertas. En esta dinámica el ingreso parece nunca ser suficiente. Es una carrera hacia el consumo y la satisfacción de las pseudonecesidades que no tiene meta final. Cuando se gana más, lamentablemente se desea más, ocasionando que cada vez la vinculación con largas jornadas de trabajo sea mayor. La vida sin duda alguna se ha ido modificando a partir de esto. Para el individuo globalizado común se ha terminado el disfrute de las cosas a plenitud porque no se tiene tiempo para apreciarlas; es más, aquello que con grandes dificultades se va adquiriendo como producto del trabajo, suele pasar mucho tiempo antes de disfrutarlo y poco tiempo antes de que hayan perdido la gracia o la vigencia. Lo peor es que a veces ni siquiera se ha podido reparar en el hecho de que estamos metidos en esa absurda dinámica. Los medios de comunicación juegan con las mentes individuales y colectivas conduciéndoles a la enajenación, obstaculizando la visión y alimentando de fantasías de consumo en todo el entorno. No parece haber tregua al deseo de consumir, por lo tanto es impensable superar la necesidad excesiva del trabajo.
A manera de coda quiero señalar que a todas luces se presenta la urgencia de intervenir socialmente desde la científica posición de la psicología, con una visión claramente definida, con una postura social y humana que permita comprender el sistema que nos envuelve sin ignorar a los individuos que lo conforman, o al menos a la inmensa mayoría que lo mantiene vivo gracias a su participación, muchas veces impregnada de ingenuidad.
En esta nueva era, la sociedad está enfrentando retos de distinta naturaleza, situación que ha modificado la percepción de sí misma. El peso de los medios de comunicación sobre la información que se ha de saber o ignorar, ha provocado que se transformen las estructuras cognitivas y de poder, siendo los medios de comunicación los principales controladores sociales de ambas. Viene aquí la imperiosa necesidad de transformar esa distorsionada percepción, de modo tal que si ha de vivirse en este mundo globalizado, al menos se cuente con la visión objetiva del mismo y no con la enajenada y enajenante que se nos ha inoculado gracias a aquellos que hoy tienen en sus manos la información y el dinero para mantenerse en la base del poder.
            El tipo de psicólogo que se requiere debe estar más allá del prejuicio y las suposiciones, debe ser consciente de la oportunidad que le presenta el mundo globalizado y los tiempos que carecen de solidez, para enfrentar de forma crítica y creativa los requerimientos sociales, diseñando pautas de intervención acorde a los tiempos, sustentadas en la investigación y motivadas por el compromiso de ser parte nutricia para la humanidad del nuevo milenio. 
Referencias:
Bartra, R. (2006). Anatomía del mexicano. México: Debolsillo.
Beck, U. (2008). ¿Qué es la Globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización. Buenos Aires: Paidós.
García Canclini, N. (1999). Globalizarno o defender la identidad. Buenos Aires: Paidós.
Hardt, M. y. (2002). Imperio. Massachussets, USA: versión disponible en; http://www.chilevive.cl.
Hernández Sampieri, R., Fernández Collado, C., & Baptista Lucio, P. (2006). Metodología de la Investigación. México: Mc Graw Hill Interamericana.
Ianni, O. (2009). Teorías de la Globalización. México: Siglo Veintiuno Editores.
Villoro, L. (2011). Creer, saber, conocer. México: Siglo XXI.
Zermeño, S. (1998). La sociedad derrotada. Redalyc, 385-390.
 Tiempos líquidos Zygmunt Bauman. (2014) Bell, Dolly. Consultado el 29 de junio/2015. Disponible en: letraurbana.com/articulos/tiempos-liquidos-zygmunt-bauman/









[1] Tiempos líquidos Zygmunt Bauman. (2014) Bell, Dolly. Consultado el 29 de junio/2015. Disponible en:  letraurbana.com/articulos/tiempos-liquidos-zygmunt-bauman/

Hermenéutica: base de la formación humanística según Gadamer



HERMENÉUTICA: BASE DE LA FORMACIÓN HUMANISTA SEGÚN GADAMER


“La hermenéutica filosófica es el arte del entendimiento, que consiste en reconocer como principio supremo el dejar abierto el diálogo” (Aguilar, La hermenéutica filosófica de Gadamer, 2004), tal método debe constituir el principio y fin de la formación educativa humanista. No es posible entonces, pensar en la educación como un proceso ajeno a la hermenéutica. Se busca retomar de Gadamer algunas de sus ideas para emplearlas en la comprensión de la educación, desde un enfoque psicopedagógico.
A Hans Georg Gadamer se le ha considerado el padre de la hermenéutica filosófica contemporánea, bajo esta metodología “se propuso desarrollar una nueva teoría de la experiencia hermenéutica en toda su extensión, recogiendo los hallazgos de Schleiermacher y otros pensadores como Wilhelm Dilthey y Martin Heidegger” (Aguilar, La hermenéutica filosófica de Gadamer, 2004); parece relevante aventurar que su nueva concepción de la hermenéutica toma forma en la fenomenología y el existencialismo. La peculiaridad de la hermenéutica filosófica que él se esforzó en desarrollar se basa en el hecho de poner de realce el perfil esencialmente inestable de la existencia, “algo que constituye el carácter específico y finito del ser humano y abarca la totalidad de la experiencia humana” (Aguilar, La hermenéutica filosófica de Gadamer, 2004). Hablar de la inestabilidad de la existencia del ser humano implica reconocer que cada uno se encuentra sometido a través de la experiencia, a pasar por una serie de transformaciones, lo que ocasiona que todo conocimiento que se pretenda tener del hombre, no puede lograrse si a éste se le trata de comprender desde el mismo enfoque que se comprenden los fenómenos de la naturaleza. El hombre no puede lograr una comprensión absoluta de sí mismo ni de los demás porque no es producto terminado.
Lo que Gadamer pretende es integrar el progreso de la ciencia y el del pensamiento en una concepción unitaria de la experiencia del mundo, ambos elementos deben desarrollarse y comprenderse a través de un lenguaje común y de considerar el carácter finito del hombre; el primero porque el lenguaje como dice Heidegger, “es la casa del ser” y el segundo, por considerar que la vida humana tiene la garantía de que va a terminarse. Ahora bien, para lograr tal comprensión debe comenzarse por reconocer que todo lo que se dice en una conversación no es lo decisivo; “Lo que hace que lo dicho se convierta en palabra es lo no dicho que en lo dicho podemos captar” (Aguilar, La hermenéutica filosófica de Gadamer, 2004). El lenguaje es entonces, el medio a través del cual el hombre puede descifrarse ante los demás valiéndose de la palabra, hasta ser capaz de resonar en el otro, comprender al otro; “el sujeto está en relación consigo mismo, se auto posee, no de manera estática sino a través de un continuo  proceso de relación con el otro y con su mundo” (Aguilar, La hermenéutica filosófica de Gadamer, 2004). El hombre requiere mucho más que la técnica y el conocimiento científico para lograr la comprensión del mundo y de sí mismo, requiere también del concepto, éste puede ser el camino para salir de nosotros y para dejar que el otro se abra camino hacia nosotros.
Cuando se habla del mundo, no puede dejar de pensarse en un mundo tecnificado, invadido por la informática, dominado por los medios masivos de comunicación, un mundo en el que paulatinamente se ha ido perdiendo la cultura de la comunicación y lo ha transformado en un mundo impregnado de egoísmo y carente de diálogo; “Para contrarrestar esta tendencia Gadamer considera necesario cultivar el lenguaje en sus posibilidades más propias, encontrar la palabra precisa pero también el silencio elocuente” (Aguilar, La hermenéutica filosófica de Gadamer, 2004); tal objetivo requiere reestablecer el diálogo. “El hombre es como una palabra a medias, un balbuceo que sólo se completa y se vuelve inteligible con el otro y por el otro” (Aguilar, La hermenéutica filosófica de Gadamer, 2004).
Si se considera el valor que Gadamer le da al lenguaje y al diálogo, se comprende que una educación por su naturaleza humana, debe estar basada en esto, ya que “al conversar, el ser humano trasciende su límite, se hace diálogo, se vuelve capaz de esperar, comprender más, comunicar más” (Aguilar, La hermenéutica filosófica de Gadamer, 2004). Todo docente debe preocuparse en implementar estrategias que favorezcan el diálogo entre él y sus alumnos y entre ellos mismos, tener presente que educar-se es formar-se y requiere de una actitud positiva, convencida, confiada en la capacidad del ser humano para conducirse hacia donde pueda desarrollar todas sus facultades. “Lo que hay que recordar es lo humano y los riesgos que se corren al deshumanizar” (Aguilar, La hermenéutica filosófica de Gadamer, 2004); si continuamos viviendo por y para la técnica pronto tendremos un mundo más lleno de desarrollo tecnológico, pero carente de desarrollo humano.
“Educar-se, como verbo reflexivo, tiene un sentido normativo; el sujeto debe potenciar sus fuerzas allí donde uno percibe sus puntos débiles y no dejarlos en manos ajenas” (Aguilar, Conversar para aprender. Gadamer y la educación, 2004), tal postura permite comprender que la educación en realidad debe ser un proceso de autoformación, donde cada individuo encuentre la fuerza que le impulse a seguir su desarrollo sin tener que depender de los demás, eso sí, con los demás ha de encontrar aquello que le falta y mediante la conversación, aprehenderlo. Como afirma Gadamer, “la convivencia es lo que nos eleva por encima del mundo animal, justamente por medio del lenguaje y como capacidad de comunicación” (Aguilar, Conversar para aprender. Gadamer y la educación, 2004).
El planteamiento central de Gadamer puede ser comprendido en varios sentidos, que son como niveles de profundidad; 1) “Uno se educa a sí mismo porque, sobre todo, el aprendizaje depende de cada cual” (Aguilar, Conversar para aprender. Gadamer y la educación, 2004), esta tesis le concede al aprendiente la responsabilidad de su aprendizaje; éste tendrá que encontrase deseoso de saber, necesitado de superarse, dispuesto a formarse. 2) “Uno se educa junto con otros porque somos seres en conversación, en relación con otros” (Aguilar, Conversar para aprender. Gadamer y la educación, 2004), esta segunda tesis concede a la educación su carácter social ya que es en la comunidad donde interactuamos e intercambiamos experiencias con los otros. 3) “Uno se educa al educar no tanto por lo que logra en los otros sino por lo que a uno le ocurre en el encuentro y la comunicación con ellos” (Aguilar, Conversar para aprender. Gadamer y la educación, 2004); en esta tercera tesis Gadamer otorga al docente la categoría de aprendiz en el proceso educativo, tal es la riqueza de la conversación que los que “educan” no pueden pasar por esto sin ser tocados por la palabra de los educandos. Al compartir el mismo lenguaje, lo volvemos un medio común y así lo transformamos en la casa del ser humano.
Uno de los términos empleados por Gadamer es el de formación (Bildung); este término se asocia a las ideas de enseñanza, aprendizaje y competencia personal, aunque también significa la cultura que una persona posee. “Se refiere tanto al proceso por el que se adquiere la cultura como al patrimonio personal del hombre culto” (Aguilar, Conversar para aprender. Gadamer y la educación, 2004). Se trata de una actitud espiritual que procede del conocimiento y el sentimiento de toda la vida espiritual y ética, que interactúa armoniosamente entre la sensibilidad y el carácter. Por lo tanto, la formación no puede ser un verdadero objetivo. Sólo puede ser buscada en el acto reflexivo del educador. Por eso la formación va más allá del mero cultivo de capacidades previas. Cuando el educador cultiva una disposición intenta desarrollar algo que le ha sido dado, no podría ser de otra manera, ya que la formación es un acto voluntario. Además, lo incorporado a la formación no es sólo un medio que luego pierde su función, ya que en la formación todo se guarda. Por eso, cada elemento que se incorpora a la formación debe ser cuidado plenamente y comunicado de la mejor manera: con las palabras, los silencios y los momentos adecuados. “La esencia general de la formación humana es convertirse en un ser espiritual general”, (Aguilar, Conversar para aprender. Gadamer y la educación, 2004), esta transformación debe abarcar lo teórico y lo práctico..
“El movimiento básico del espíritu consiste en reconocer en lo extraño lo propio y hacerlo familiar, es el retorno a sí  mismo a partir de ser otro” (Aguilar, Conversar para aprender. Gadamer y la educación, 2004), si se tomara este principio como la base del aprendizaje, los docentes tendrían que procurar el trabajo en comunidad, a través del diálogo, planteando situaciones que provocaran la conversación, aun sabiendo que la falibilidad estará presente, porque es condición humana. Es necesario tener presente que todo aprendizaje se ha adquirido en la interacción con los otros, procurando entenderse con los otros. Por eso la conversación es fundamental para acortar distancias y superar los desacuerdos con los otros. Ningún espacio puede ni debe estar libre de convivencia.
“El humanismo de Gadamer invita a aprender a escuchar, en uno u otro camino, a luchar siempre contra el ensimismamiento y eliminar el egoísmo  y el afán de imposición de todo impulso intelectual” (Aguilar, Conversar para aprender. Gadamer y la educación, 2004).; esto es lo que representa la verdadera tarea de la educación, y la hermenéutica filosófica se torna un camino de experiencia, ya que comprender y entender, es comprenderse y entenderse en el mundo; y esto de entenderse en el mundo implica entendernos unos con otros. Así como nosotros establecemos ciertos límites, los otros también lo hacen y debemos aprender a romper esas barreras que levanta el egocentrismo y respetar las necesidades y espacios de los otros, que son nuestros propios espacios comunes. Comprender es un problema moral de alcance universal. Todo esto requiere del diálogo, de la palabra; “y la palabra empieza a ser palabra viva cuando es respuesta concreta a alguien concreto” (Aguilar, Conversar para aprender. Gadamer y la educación, 2004), por consiguiente, el objetivo de la educación es ser con los otros a través del diálogo y la comprensión, habitando la misma morada que es el lenguaje.
Es de insistir que el lenguaje posibilita al ser humano de juicio, iniciativa, poder, experimentar, acercarse, convivir, conversar, estas capacidades están asociadas a la conciencia; “mediante ellas el hombre y la mujer pueden educarse, formarse y sobrevivir indemnes a la tecnología y al ser de la máquina” (Aguilar, Conversar para aprender. Gadamer y la educación, 2004).  Esto implica que quienes ejercen la importante labor de educar-se tengan en cuenta que el diálogo es el modo efectivo del lenguaje, y que este sólo existe y se realiza plenamente en la conversación.
Nuestra educación requiere entonces aprender a hablar, el uso correcto y adecuado de las palabras permitirá al estudiante aprender a comunicar-se, en la medida en que se comunique identificará sus propias limitaciones y podrá vincularse con los demás, esto le exigirá aprender a dialogar y usar el diálogo para autoconstruirse; tengamos en cuenta que el aprendizaje es personal, pero la experiencia educativa es eminentemente social, y en este complejo social deben estar involucrados los padres y la escuela, quienes constituyen los otros para los educandos. Todos debemos aprender a respetar el punto de vista de los demás conversando hasta llegar a ponernos de acuerdo. Si logramos una educación con estas cualidades, podemos hacer frente a la vida dominada por la técnica dando paso al espíritu y por ende, al desarrollo humano.

Referencias:
Aguilar, L. A. (2004). Conversar para aprender. Gadamer y la educación. Sintetics 23, 11-18.
Aguilar, L. A. (2004). La hermenéutica filosófica de Gadamer. Sinectics 24, 61-64.
Ríos Acevedo, C. I. (2008). Un acercamiento al concepto de formación de Gadamer. Educación y Pedagogía, 13-35.
Vilanou, C. (2002). Formación, cultura y hermenéutica: de Hegel a Gadamer. Revista de educación. 328, 205-223.