EL DIA QUE LAS
LOMBRICES HICIERON LA REVOLUCIÓN
Ocurrió
como ocurren todas las cosas extrañas, cuando nadie las espera y como nadie las
imagina. No sé exactamente cuántas eran, pero estoy segura que se contaban por
miles, se deslizaban por la pendiente lentamente, casi en secreto, y digo casi
porque al ser tantas los oídos finos podrían escucharlas. Tampoco estoy segura
a dónde se dirigían, pero puedo suponer que no iban a la tierra prometida,
porque de ir ahí se habrían movido con mayor liviandad. Por el paso lento que
mostraban me atrevería a pensar que iban a hacer algún pago o a empeñar sus
artículos personales a uno de las tantas casas abiertas para este fin….. Pero
no lo creo, en realidad no llevaban nada a cuestas, excepto su alargado,
rosado, anillado y flexible cuerpo cilíndrico.
De
pronto, algo pareció cambiar el rumbo de las lombrices. Un ruido extraño las
hizo detenerse, provocando que unas treparan sobre otras y comenzaran a enredarse sus cuerpos, tal ha
sido la confusión que unas se entrelazaron con otras formando una enorme bola
de nieve rosada y empezaron a rodar, sí, a rodar cuesta abajo, y conforme se
deslizaba se enredaban más y más de esos individuos alargados, nada podía
detenerlas, excepto, claro está, el terreno plano que las vio quedar a la
mitad. Miles de cabezas asomaban de la superficie de la bola, y algunas colas
que parecían divertirse al golpearlas, sonaron risas queditas y pequeños
gruñidos de las lombrices más enfadadas con tal acción.
Una de
ellas, dijo entonces: -“¿así van a estar, esa va a ser su vida, no piensan
cambiar? ¡Mírense están todas hechas un lío, no puede saberse cuál cola es de quién!”
Algunas
congéneres se sintieron avergonzadas y su rosado color pasó a tornarse entre
rojo y violeta; no sé si fue el calor de tanto sonrojamiento, pero la bola se
movió otro tanto. Cuando se hubo detenido nuevamente, la encolerizada lombriz
que emitiera el regaño minutos antes, volvió a decir, pero ahora con voz
calmada:-“¿se han dado cuenta de que logramos rodar sin ayuda de la gravedad?
¡Chicas, nos movimos!
Las
lombrices que al principio se avergonzaron, ahora se sentían especiales, habían
sido capaces de generar movimiento únicamente por la fuerza de sus cuerpos
enredados.
De
inmediato comenzaron a platicar cabezas con colas y cabezas con cabezas,
murmuraban sobre su pequeño éxito y pensaban en la posibilidad de utilizar ese
recurso para resolver algunos conflictos, problemas y dificultades de su vida
cotidiana. Poco a poco se fueron destrenzando y volviendo al piso; algunas
probaban a formar nuevas bolas de nieve pero más pequeñas, en tanto que las
demás terminaban de salir de la gran bola; descubrieron que podían desplazarse
más rápidamente si se entrelazaban, que si lo intentaban alargadas cual eran,
que no tenían que replegarse si algo les obstaculizaba, que en realidad era
divertido rodar en lugar de arrastrarse…… La vida adquirió un nuevo sentido.
A los
pocos días podía verse a la colonia de lombrices haciendo grandes progresos.
Devoraban larvas y raíces, al mismo tiempo que se divertían. Inventaron juegos
nuevos, nuevas formas de trabajo colectivo, y lamentablemente, aunque fuera
benéfico, nuevas reglas para la comunidad. La primera regla que se exigió fue
la de mantenerse en forma, delgadas y brillantes, con la finalidad de poderse
enredar y desenredar fácilmente. Algunas
lombrices alegaban que redondo también era una forma, y querían ser redondas.
Para no entrar en controversias, se les permitió engordar y redondas fueron, conforme
a su deseo, sin embargo, poco a poco se dieron cuenta de que no podían
participar de los juegos y del trabajo colectivo, así que no tuvieron más
remedio que volver al camino del bien; platicando sus experiencias al resto,
descubrieron que se mantenían ocupadas y sus
esféricos cuerpos tornábanse alargados.
Una
lombriz casualmente descubrió que podía juntar su cabeza y su cola y hacer un
pequeño nudo con ellas, otra descubrió que un pequeño empujón la hacía
deslizarse como moneda sobre su canto, al poco tiempo todas disfrutaban de la
circularidad y de ir y venir sólo con la ayuda de una, ya no de tantas
lombrices como ocurría con las bolas. Otra vez el consejo a la reglamentación;
al deslizarse de manera individual, miles de lombrices lo hacía al mismo
tiempo, ocasionando graves accidentes de tránsito. Muchas lombrices resultaban lesionadas y con
fracturas anulares y uno que otro moretón. Así que se dispuso de horarios para
la circulación en esa forma. Nuevamente algunas lombrices inconformes protestaron
la medida y quisieron circular a cualquier hora; se les permitió hacerlo y se
les asignó una zona especial; al cabo de unos días la mitad de la comunidad
había perdido parte de su alargado cuerpo, dando origen a otras lombrices, si
se les podía llamar así, carentes de cabeza. Al ver tal situación, las
lombrices aceptaron gustosas someterse a la reglamentación.
No cabe
duda que las lombrices vivieron días de gloria, aprendieron a perforar, a
rodar, a deslizarse, a normativizarse, a descubrir, a vivir en colectivo, a
manifestarse, a alimentarse mejor, a mantenerse delgadas, rosadas y brillantes.
No he vuelto a pasar por el lugar, igual y ahora hasta viven en comunidades que
ayudan a otras especies con el valor de su experiencia.
FIN
AUTOR: TERESA TEJEDA CAMACHO (05 DE DICIEMBRE DEL 2012)
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