jueves, 6 de diciembre de 2012

TRABAJO EN EQUIPO. UN CUENTO PARA REFLEXIONAR


EL DIA QUE LAS LOMBRICES HICIERON LA REVOLUCIÓN

                Ocurrió como ocurren todas las cosas extrañas, cuando nadie las espera y como nadie las imagina. No sé exactamente cuántas eran, pero estoy segura que se contaban por miles, se deslizaban por la pendiente lentamente, casi en secreto, y digo casi porque al ser tantas los oídos finos podrían escucharlas. Tampoco estoy segura a dónde se dirigían, pero puedo suponer que no iban a la tierra prometida, porque de ir ahí se habrían movido con mayor liviandad. Por el paso lento que mostraban me atrevería a pensar que iban a hacer algún pago o a empeñar sus artículos personales a uno de las tantas casas abiertas para este fin….. Pero no lo creo, en realidad no llevaban nada a cuestas, excepto su alargado, rosado, anillado y flexible cuerpo cilíndrico.

                De pronto, algo pareció cambiar el rumbo de las lombrices. Un ruido extraño las hizo detenerse, provocando que unas treparan sobre otras y  comenzaran a enredarse sus cuerpos, tal ha sido la confusión que unas se entrelazaron con otras formando una enorme bola de nieve rosada y empezaron a rodar, sí, a rodar cuesta abajo, y conforme se deslizaba se enredaban más y más de esos individuos alargados, nada podía detenerlas, excepto, claro está, el terreno plano que las vio quedar a la mitad. Miles de cabezas asomaban de la superficie de la bola, y algunas colas que parecían divertirse al golpearlas, sonaron risas queditas y pequeños gruñidos de las lombrices más enfadadas con tal acción.

                Una de ellas, dijo entonces: -“¿así van a estar, esa va a ser su vida, no piensan cambiar? ¡Mírense están todas hechas un lío, no puede saberse  cuál cola es de quién!” 

                Algunas congéneres se sintieron avergonzadas y su rosado color pasó a tornarse entre rojo y violeta; no sé si fue el calor de tanto sonrojamiento, pero la bola se movió otro tanto. Cuando se hubo detenido nuevamente, la encolerizada lombriz que emitiera el regaño minutos antes, volvió a decir, pero ahora con voz calmada:-“¿se han dado cuenta de que logramos rodar sin ayuda de la gravedad? ¡Chicas, nos movimos!

                Las lombrices que al principio se avergonzaron, ahora se sentían especiales, habían sido capaces de generar movimiento únicamente por la fuerza de sus cuerpos enredados.

                De inmediato comenzaron a platicar cabezas con colas y cabezas con cabezas, murmuraban sobre su pequeño éxito y pensaban en la posibilidad de utilizar ese recurso para resolver algunos conflictos, problemas y dificultades de su vida cotidiana. Poco a poco se fueron destrenzando y volviendo al piso; algunas probaban a formar nuevas bolas de nieve pero más pequeñas, en tanto que las demás terminaban de salir de la gran bola; descubrieron que podían desplazarse más rápidamente si se entrelazaban, que si lo intentaban alargadas cual eran, que no tenían que replegarse si algo les obstaculizaba, que en realidad era divertido rodar en lugar de arrastrarse…… La vida adquirió un nuevo sentido.

                A los pocos días podía verse a la colonia de lombrices haciendo grandes progresos. Devoraban larvas y raíces, al mismo tiempo que se divertían. Inventaron juegos nuevos, nuevas formas de trabajo colectivo, y lamentablemente, aunque fuera benéfico, nuevas reglas para la comunidad. La primera regla que se exigió fue la de mantenerse en forma, delgadas y brillantes, con la finalidad de poderse enredar y desenredar fácilmente.  Algunas lombrices alegaban que redondo también era una forma, y querían ser redondas. Para no entrar en controversias, se les permitió engordar y redondas fueron, conforme a su deseo, sin embargo, poco a poco se dieron cuenta de que no podían participar de los juegos y del trabajo colectivo, así que no tuvieron más remedio que volver al camino del bien; platicando sus experiencias al resto, descubrieron que se mantenían ocupadas y sus  esféricos cuerpos tornábanse alargados.

                Una lombriz casualmente descubrió que podía juntar su cabeza y su cola y hacer un pequeño nudo con ellas, otra descubrió que un pequeño empujón la hacía deslizarse como moneda sobre su canto, al poco tiempo todas disfrutaban de la circularidad y de ir y venir sólo con la ayuda de una, ya no de tantas lombrices como ocurría con las bolas. Otra vez el consejo a la reglamentación; al deslizarse de manera individual, miles de lombrices lo hacía al mismo tiempo, ocasionando graves accidentes de tránsito.  Muchas lombrices resultaban lesionadas y con fracturas anulares y uno que otro moretón. Así que se dispuso de horarios para la circulación en esa forma. Nuevamente algunas lombrices inconformes protestaron la medida y quisieron circular a cualquier hora; se les permitió hacerlo y se les asignó una zona especial; al cabo de unos días la mitad de la comunidad había perdido parte de su alargado cuerpo, dando origen a otras lombrices, si se les podía llamar así, carentes de cabeza. Al ver tal situación, las lombrices aceptaron gustosas someterse a la reglamentación.

                No cabe duda que las lombrices vivieron días de gloria, aprendieron a perforar, a rodar, a deslizarse, a normativizarse, a descubrir, a vivir en colectivo, a manifestarse, a alimentarse mejor, a mantenerse delgadas, rosadas y brillantes. No he vuelto a pasar por el lugar, igual y ahora hasta viven en comunidades que ayudan a otras especies con el valor de su experiencia.

FIN
AUTOR: TERESA TEJEDA CAMACHO (05 DE DICIEMBRE DEL 2012)

 

 

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